Comentario
El realismo alemán es denominado por la mayoría de los tratadistas como naturalismo. Un término cuya precisión conceptual no ha llegado todavía a ser acuñado y aceptado de forma unánime. Como doctrina filosófica, se entiende por naturalismo la actitud doctrinal de considerar a la naturaleza como única realidad existente; como criterio artístico, la convicción de que el ideal se encuentra en lo natural, dado que sólo lo naturalista puede y debe aparecer para mitigar la violencia del fanatismo endurecedor, tal cual lo definiera Cirlot en su "Diccionario de los ismos" (1949).
Esta primacía absoluta de la naturaleza que, salvo alguna excepción, protagonizó el arte realista alemán es lo que le distingue del realismo francés, siendo Adolf Menzel (1815-1905) y Wilhelm Leibl (1844-1900) dos de sus más significativos representantes.
Litógrafo por tradición familiar, Menzel trabajó desde muy joven en el taller de su padre en Berlín, del que tuvo que hacerse cargo con tan sólo diecisiete años al fallecer su progenitor. Su primera aportación importante consistió en las cuatrocientas ilustraciones que realizó para la "Historia de Federico el Grande", de Franz Kugler, publicadas entre 1840 y 1842.
Menzel tuvo la habilidad de saber representar el pasado como un presente vivo. Para lograrlo estudiaba profundamente la época correspondiente, con sus personajes y utensilios, sin que por ello dejara de observar detalladamente la naturaleza. Esta combinación de imaginación y realidad la traduce en representar diversas escenas de la vida de Federico II, tanto en la guerra como en la paz, transmitiendo la sensación de haber sido un testigo directo de las mismas. Con ello se alejaba de la tentación, presente en muchos pintores, de idealizar hazañas de guerra y personajes históricos, tal como demuestran, por ejemplo, El discurso de Federico el Grande a sus generales antes de la batalla de Gauthen y La batalla de Hochkirch.
El tratamiento de estos temas históricos no le impedían, sin embargo, dedicarse a reproducir algunas escenas de la vida moderna, siendo La fundición de acero (Berlín, Staatliche Museen) y El soplador de vidrio algunos ejemplos de su incursión en el mundo fabril del momento. También se acercaría a la realidad visible y cotidiana a través de la ejecución de una serie de paisajes e interiores, que no alcanzarían fama y reconocimiento hasta poco antes de su muerte y que hoy están considerados entre las más brillantes realizaciones pictóricas del siglo XIX. Se trata, entre los primeros, de Construcciones junto al sauce y El jardín del príncipe Alberto (Berlín, Stattliche Museen), y, entre los segundos, de Habitación con balcón (Berlín, Staaaliche Museen), La hermana del artista con una vela (Munich, Bayerische Sammlung) y Memorias del teatro del Gimnasio (Berlín, Staatliche Museen), ejecuciones estas dos últimas con luz artificial y que pueden ser consideradas como precedentes de un impresionismo temprano.
El virtuosismo y dominio técnico de Menzel fue admirado por los artistas contemporáneos alemanes, así como por los franceses Meissonier y Degas, que elogiaron su concepción de la figura humana en movimiento.
Wilhelm Leibl, aunque nacido en Colonia, se formaría en la Academia de Munich bajo la dirección del pintor de historia Karl Theodor von Piloty (1826-1886) y del pintor de cuadros de género Arthur Ramberg (1819-1875). Conoció a Courbet con motivo de la visita que el pintor francés realizó a la Exposición Internacional de Munich, encuentro que propiciaría su traslado a París, donde residió hasta el estallido de la guerra franco-prusiana en 1870 y donde pintó algunas de sus mejores obras, tales como Vieja parisina y Cocotte (Museo de Colonia).
Leibl aúna la intención de representar lo visible y el ideal de la perfección, separándose de Courbet en el sentido de que en sus composiciones no introduce ningún rasgo de acción o de dramatismo. Sus cuadros son semejantes a bodegones provistos de un máximo de perfección técnica. Tres mujeres en la iglesia (1878-1882, Hamburgo, Kunsthalle) resume perfectamente este naturalismo llevado a los extremos, en los que sobresale la monumentalidad, la sencillez y la captación casi fotográfica de los detalles.
En torno a Leibl se uniría un grupo de pintores con la intención de desarrollar un sistema pictórico fundamentado en las obras del alemán. Principalmente perseguían la tonalidad del artista, entendiendo por ésta tanto el colorido como los efectos lumínicos y atmosféricos, tonalidad que Leibl observó a través de las obras de Hals y Courbet. En ese grupo se encontraban, entre otros pintores, Carl Schuch (1846-1903), Wilhelm Tübner (1851-1917), Theodor Alt (1846-1937) y AIbert von Keller (1844-1920), quienes abrieron un nuevo camino para la pintura alemana.
Quedaría incompleta esta referencia nominal del realismo alemán si no se citara a Hans Thoma (1839-1924), considerado como el pintor de una Alemania campestre e idílica y cuya pintura podría encuadrarse dentro del realismo lírico. Habiendo cursado estudios en la Escuela de Arte de Karlsruhe y en Düsseldorf, también tuvo la oportunidad de viajar a París y estudiar el arte de Courbet. Sus cuadros de tema campesino y paisajísticos, fundamentalmente de la Selva Negra, de la que era oriundo, se caracterizan por el tono plateado que proporciona a la luz y por la inclusión de detalles humanizantes.